Una enorme escultura de Minerva, la diosa de la sabiduría, las artes y las técnicas de la guerra en la mitología romana, adorna el patio del edificio de la Escuela Normal de la Independencia, en el estado de México. Mide cinco metros de alto por tres de ancho; en la mano derecha sostiene una bandera y en la izquierda la antorcha del conocimiento. No es casualidad: Minerva es, también, la deidad tutelar del normalismo.
Pero, a pesar de su peso simbólico en la educación nacional, la vida de Minerva corre peligro. Elba Esther Gordillo se propone ultimarla. Con el pretexto de que el sistema educativo no puede absorber los docentes egresados de las escuelas normales, ha dispuesto convertirlas en instituciones formadoras de “técnicos en actividades productivas”.
La afrenta no es poca cosa. Fiel a los designios de la tecnoburocracia que rige la Secretaría de Educación Pública (SEP), la líder vitalicia dispara de muerte contra una institución central en el sistema educativo nacional. Las escuelas normales han sido las responsables de la formación de los profesores de educación básica desde las pasadas tres décadas del siglo XIX. La educación pública es impensable sin el normalismo, de manera que atacarlo es otra agresión contra la educación pública. Más aún cuando hay evidencias sólidas de que faltan docentes en muchas escuelas.
La inmensa mayoría de los maestros de educación básica que se encuentran en servicio se reconocen normalistas. El normalismo es su identidad y motivo de orgullo. En esta institución se resumen algunas de las mejores tradiciones del trabajo del magisterio nacional. Llamar a su desaparición es una provocación descomunal.
Pero, a pesar de su peso simbólico en la educación nacional, la vida de Minerva corre peligro. Elba Esther Gordillo se propone ultimarla. Con el pretexto de que el sistema educativo no puede absorber los docentes egresados de las escuelas normales, ha dispuesto convertirlas en instituciones formadoras de “técnicos en actividades productivas”.
La afrenta no es poca cosa. Fiel a los designios de la tecnoburocracia que rige la Secretaría de Educación Pública (SEP), la líder vitalicia dispara de muerte contra una institución central en el sistema educativo nacional. Las escuelas normales han sido las responsables de la formación de los profesores de educación básica desde las pasadas tres décadas del siglo XIX. La educación pública es impensable sin el normalismo, de manera que atacarlo es otra agresión contra la educación pública. Más aún cuando hay evidencias sólidas de que faltan docentes en muchas escuelas.
La inmensa mayoría de los maestros de educación básica que se encuentran en servicio se reconocen normalistas. El normalismo es su identidad y motivo de orgullo. En esta institución se resumen algunas de las mejores tradiciones del trabajo del magisterio nacional. Llamar a su desaparición es una provocación descomunal.
1 comentario:
Hola, acabo de ver el blog, es injusto lo que dice esa "señora", soy egresada de la BENM y considero a la minerva como un símbolo del normalismo
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